Leyendo varios sitios antropológicos y de gastronomía, las conjeturas dicen que en algún momento los primitivos, a partir de conocer el fuego, comenzaron a experimentar como cocinar los alimentos poniendo en una roca hueca, agua y lo que quisieran cocinar.
Supongo que el agua es para que no se consuma o queme el alimento.
En algún momento se dieron cuenta que el sabor del alimento cocinado quedaba en ese residual de agua en la que cocinaban el alimento, lo que logró que la gente fuera mas longeva ya que antes no habían procesos para limpiar la verdura como los hay hoy y muchas veces lo que se comía eran verduras y piedras a su vez.
Luis XIII saboreaba diariamente dos grandes platos de sopas. Esto estimuló a los cocineros de esa época; Francoise de la Varenne creó 300 fórmulas diversas y Pierre David nos ha dejado 200 recetas de variadas sopas.
En el siglo pasado, el gran maestro de cocina Antonio Careme actualizó las viejas fórmulas y nos dejó las bases de las recetas que aún hoy en día se sirven en los restaurantes más afamados del mundo entero.
Volviendo a los ojos de España, país que tendría tanta influencia en el Nuevo Continente, vemos que tiene también una rica historia culinaria en lo que a sopas se refiere.
En el refectorio de la Catedral de Nérida, se pueden ver unas pinturas murales de siglo XIV que representaban a mendigos y peregrinos que disfrutan de la generosidad de los árabes y aparecen en actitud de sorber su escudilla de sopa.
Pero la sopa no era sólo un alimento de pobres y menesterosos, sino un comienzo obligado de toda buena comida, requisito indispensable de una mesa abastecida, sin excluir a los monarcas y a los grandes señores.
Montiño, el gran cocinero español del siglo XVII, nos ha dejado en sus libros muchas y variadas recetas de sopas con las que halagaba el paladar del Rey Felipe III.
Seguimos con nuestro recorrido, la sopa es importante en nuestra alimentación, otras veces suele ser un entretenedor del estomago para llegar a la comida o no comer tanto.